El objetivo del país es elevar el peso de las energías limpias, que actualmente cubren el 38,4% del consumo eléctrico.
Con 2020 a la vuelta de la esquina, el punto de mira se ha situado en 2030 y en los objetivos marcados para esa fecha por el Acuerdo de París. La meta es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40% con respecto a 1990, para lo que cada país ha planteado su propia hoja de ruta. La de España, presentada recientemente, ha resultado ser de las más ambiciosas.
El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) establece una reducción de emisiones de CO2 del 21% con respecto a 1990, y el propósito de conseguir una cuota de renovables del 42% antes de 2030. “Ambicioso, pero realista”, coinciden en el sector, aludiendo a que las renovables ya suponen el 38,4% de la generación eléctrica nacional. La eólica, la más potente, cubre el 19% de la demanda; la hidráulica, el 13,1%; y la fotovoltaica, el 3%, según los últimos datos recogidos por Red Eléctrica de España (REE).
Prácticamente todas las expectativas de la transición energética están puestas en las energías renovables. En el caso del sector fotovoltaico, la retirada del denominado impuesto al sol y la apertura al autoconsumo hacen prever un potente incremento del peso de esa fuente de energía en el mix durante los próximos años. “Por madurez y competitividad económica, la tecnología fotovoltaica está preparada para asumir el liderazgo de la transición energética”, comentó la semana pasada la ministra para la Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, durante el Foro Solar que organiza la Unión Española Fotovoltaica (Unef).
Además, la ministra destacó la importancia de que el autoconsumo se extienda al ámbito doméstico y muy especialmente al entorno rural: “El carácter democrático que tiene la tecnología fotovoltaica a través del autoconsumo y los beneficios sociales que supone su desarrollo –como es la generación de empleo local y de calidad–, es un elemento de vital importancia en las zonas de la España vaciada”. De hecho, el impacto de la fotovoltaica ya es relevante en la actualidad, pues el año pasado contribuyó con 5.119 millones de euros al PIB y sus exportaciones alcanzaron los 1.522 millones de euros, aumentando un 30% respecto a 2017. Sin embargo, esta fuente de energía se enfrenta, como el resto de las renovables, al eterno problema del almacenamiento. Por tratarse de fuentes de generación intermitente, es preciso que se desarrolle un método eficiente y no demasiado costoso para que el deseo de un futuro 100% renovable pueda ser una realidad en el medio plazo. “El problema técnico está casi resuelto, pero el coste sigue siendo demasiado alto. No se ha reducido lo suficiente como para que el almacenamiento sea competitivo. Ahora es el mercado el que tiene que entrar en acción”, comentan desde la compañía de renovables Elmya.
UN SECTOR ESTRATÉGICO. La eólica sigue siendo la energía renovable más potente de nuestro país, pues produce el 19% de la energía eléctrica consumida. Y la previsión es que en 2030 cubra el 34% de la demanda. Actualmente, la eólica ya evita la emisión de 25 millones de toneladas de CO2 y aporta más de 3.394 millones de euros al PIB nacional, contribuyendo a las exportaciones en más de 2.391 millones de euros.
El eólico “es uno de los sectores industriales identificados por el Gobierno como estratégicos para impulsar el crecimiento del sector industrial, mejorar su competitividad y generar crecimiento sostenible”, aseguró Reyes Maroto, ministra de Industria, Comercio y Turismo en funciones, durante la reciente presentación de la primera Agenda Sectorial de la Industria Eólica. Este documento contiene 46 medidas en torno a la regulación y la fiscalidad de la industria para conseguir, entre otras cosas, la hibridación de proyectos eólicos, uno de los grandes retos del sector junto al almacenamiento.
El citado plan contempla, también, acciones encaminadas a impulsar las exportaciones y aumentar la presencia exterior de la industria, además de potenciar la I+D y el desarrollo de su capital humano e industrial. El objetivo es conseguir que la energía eólica reduzca sus costes para ser cada vez más competitiva en el mercado.
Pero mientras eso sucede, hay expertos que opinan que el gas debe jugar un papel clave en el nuevo modelo energético que se está construyendo, para que no sólo sea sostenible sino también asumible.
“Descarbonizar una economía es fácil, pero hacerlo manteniendo el empleo y los precios bajos es muy difícil”, explicó Christopher Jones, impulsor de la agenda 20-20-20 de la Comisión Europea, durante una reciente conferencia de la Fundación Naturgy. En su opinión, “la demanda de gas se mantendrá estable al menos hasta 2040, porque lo más competitivo es un modelo híbrido, “electrificado en su mayor parte, pero apoyándose en el gas descarbonizado”.
Fuente: La Razón